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Todos conocemos de la importancia de adoptar una postura correcta. Está ampliamente aceptado que las malas posturas predisponen a dolores musculares y a patologías articulares degenerativas. Sin embargo conseguir una postura correcta a veces no resulta sencillo. Ponte recto, siéntate bien, no te encorves… son frases que todos hemos escuchado y que nos hacen ser conscientes de nuestra postura corporal y nos permiten corregirla en el momento. No obstante, cuando nuestra atención deja de centrarse en nuestra posición corporal, la postura vuelve a alterarse. ¿Por qué ocurre esto? ¿Se puede hacer algo para mejorar la postura?

Postura correcta

La postura correcta

La respuesta es sencilla, la postura es algo inconsciente. Es decir, el cuerpo decide cual es la mejor postura para realizar la tarea que estamos haciendo. Sin embargo, que sea la mejor no significa que sea la más saludable, sino la más eficiente. Eficiente significa que con los mínimos recursos energéticos posibles se cumpla el objetivo que nuestro organismo busca. Esto es un mecanismo perfecto de supervivencia.

El organismo prima la supervivencia por encima de cualquier otro aspecto y para llevar a cabo cualquier tarea tratará de gastar la mínima energía posible. Pongamos un ejemplo, estamos trabajando en el despacho durante 4 horas seguidas y nos damos cuenta que nuestra espalda está redondeada y la cabeza y los hombros adelantados.

Nuestro instinto de supervivencia no entiende los motivos por los que hacemos las cosas, si pedimos a nuestro cuerpo estar sentados durante 4h seguidas el organismo lo único que va a entender es que hacemos eso por algún motivo importante. Como es algo importante y hemos de hacerlo durante un periodo prolongado de tiempo se buscará gastar los menores recursos posibles. De esta forma, la postura con la espalda redondeada y la cabeza adelantada permite a la musculatura que nos mantiene erguidos estar en un estado de elongación y de menor actividad gastando menos energía.

No obstante si la musculatura deja de actuar, el soporte postural  recaerá en mayor medida sobre las estructuras pasivas de las articulaciones como discos, ligamentos, cartílagos, etc. Estas mayores cargas sobre estos tejidos podrán provocar a largo plazo una mayor degeneración de los mismos. A su vez, el mantenimiento de la musculatura en un estado de elongación prolongada podrá llevar a la aparición de contracturas y dolores musculares. Esto es lo que les ocurre por ejemplo a nuestros trapecios cuando trabajamos muchas horas delante del ordenador.

Ejemplos tradicionales de una mala y buena postura

Por el contrario, si de forma consciente tratamos de adoptar una postura «correcta» con la espalda más erguida estamos provocando una contracción continuada de la musculatura. Pese a que esta posición puede ser menos perjudicial a largo plazo ya que los tejidos pasivos soportan menos cargas y la musculatura no se somete a tanta elongación bajo tensión, esta mayor solicitación muscular será menos eficiente en términos energéticos. En definitiva nos resultará imposible mantenerla durante mucho tiempo por su mayor fatiga y gasto de energía.

Empieza a mejorar tu postura

En primer lugar hay que destacar que el ser humano ha pasado millones de años sin sentarse en una silla. Nuestras posturas de descanso variaban entre un amplio abanico de opciones: posición de sentadilla profunda, arrodillados, sentados en el suelo, etc.  Todas estas opciones requieren una mayor actividad muscular que, aunque sea de baja intensidad, es mayor que la  requerida al sentarse en una silla. Esto podría reducir potencialmente el impacto fisiológico negativo de la inactividad. Por tanto, el primer consejo sería que intentáramos evitar la silla o al menos reducir su uso.

Por otra parte la postura depende de muchos otros factores y en ocasiones no va a ser posible “corregirla”. Sin embargo, las investigaciones sostienen que el ejercicio es la clave para conseguir una postura correcta. Mejorar la fuerza y la resistencia muscular provocará que nuestro cuerpo, de forma inconsciente pueda adoptar posiciones menos dañinas para nuestro sistema musculoesquelético. Es decir, un músculo más entrenado es más eficiente que uno no entrenado. De esta forma el organismo podrá optar por adquirir mejores posturas, igual o más eficientes energéticamente y menos perjudiciales a largo plazo.


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